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lunes, 17 de enero de 2011

Para empezar, cese al saqueo


Por: Horacio Cárcamo Álvarez
A pesar del sufrimiento que le ha infringido el invierno a más de dos millones de colombianos y al país en general lo grave aún está por pasar. El drama que hemos presenciado por cuenta del desvarío de la naturaleza puede resultar poco frente a los daños de toda clase que se irán conociendo en la medida que las aguas regresen a los causes y se recobre la normalidad.
La situación es delicada. Con tendencia a empeorar como suele suceder en las situaciones de gravedad. Vastos campos que en otrora fueran tierras fértiles comprometidas en la actividad agropecuaria son ahora océanos infinitos en los que todo se ahogo; barrios, veredas, corregimientos, y municipios en ruinas. Afligido el conductor de un camión en Gambote me decía al persuadirse de lo que ahí veía: que si eso producía tanto miedo como habría sido el diluvio.
La infraestructura vial derruida y un contingente de compatriotas desnudos, llorando la perdida de seres queridos y con hambre deambulan mendigando solidaridad y la compasión del Estado. Ese es el drama que tenemos a la vista. Nos volvimos un país de desplazados; los hay por doquier, y muchos de ellos, posiblemente en gran mayoría, ostentan el indeseado récor de conjugarlos todos: pobreza, violencia, desempleo y ahora desplazados de la ola invernal.
La tragedia nos llevo a conocer durante unos días los caminos del infierno, a sentir el eterno dolor al que se refiere Dante de Alighieri en su Divina Comedia. También a conocer la vulnerabilidad del país como resultado de tantos años de degradación al medio ambiente por cuenta de la explotación indiscriminada de los recursos naturales, y el desgreño administrativo; que en esta ocasión se convirtió en el mejor cómplice del fenómeno de lluvias para colapsar al país.
Si bien es cierto que la mayor culpa del daño la tienen las lluvias, no lo es menos que estas dejaron al descubierto el despilfarro de cientos de miles de millones de pesos que el Estado ha invertido desde el año 91 con el constitucionalismo de la política ambientalista en la construcción de diques, jarillones, dragados, puentes, arborización, etc., que a las primeras de cambio se derrumbaron como castillos de naipes. Quedo en evidencia que la corrupción no solo genera inviabilidad administrativa e institucional sino, que puede conllevar a la destrucción física del país.
Lo de ahora es apenas una muestra de hasta adonde nos puede llevar la practica inescrupulosa de apropiarse indebidamente de los recursos públicos. Ya no solamente se trata de consecuencias en malos servicios, movilidad o seguridad, esta vez hay que hacer cuentas del riesgo en el que se pone la existencia física como nación.
La guerrilla y el paramilitarismo le han hecho mucho daño a la sociedad colombiana. Razón por la cual a ellos se les plantea con insistencia como estrategia de convivencia y paz la desmovilización. No sería nada descabellado proponerlo a los birladores de lo público. En estos momentos en que se invoca la solidaridad con las víctimas de la tragedia.
Si no es posible aquello, por lo menos un cese del saqueo en los dos próximos años. Lo que ellos se apropian ilegalmente en ese tiempo, ocho billones de pesos, cuesta la reconstrucción del país anunciada por el presidente Santos.

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