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viernes, 25 de febrero de 2011

United Magangué company



Por: Horacio cárcamo Álvarez
La década de los años 20 se le conoce por el desarrollo del capitalismo Colombiano. La antecedió la pérdida del canal de Panamá, vergüenza política del siglo veinte, y la decrepitud de una hegemonía partidista que sin ruborizarse ante el lente de la cámara de la historia vendió al imperio de todo: dignidad nacional y riquezas materiales en particular.
Entramos a la modernidad en el siglo XX con la mutilación del territorio nacional consumada el 3 de noviembre de 1903. Muchas fueron las causas que ocasionaron la perdida de Panamá, pero sobre todas estuvo el interés de los Estados Unidos de Norte América de hacerse con el territorio para la construcción de un canal interoceánico como estrategia de la geopolítica militar del momento.
Con la aparición del modelo capitalista un nombre quedo escrito con poca reputación en la historia de explotación y despojo en nuestro país. “United Fruit Company”; empresa bananera amiga de dictadores sanguinarios como Jorge ubico en Guatemala, promotora de la corrupción en los gobiernos de los países subdesarrollados de América donde fueron plantando su emporio económico y de atrocidades, en particular contra la clase obrera victimizada con el hambre, el destierro y la muerte.
En Libia el sátrapa que lidera su gobierno bombardea la población, que sin miedo lo enfrenta y en la calle marcha por las reformas que lo liberen del hambre y del dictador. También en Colombia el fúnebre teniente Cortes, militar de esos que ensucian las armas del ejército al ponerlas al servicio de oscuros intereses, había decidido en 1928 fusilar a los obreros de la compañía bananera que en la plaza demandaban mejores condiciones laborales.
La United explotaba al pueblo y lo mantenía en condiciones de pobreza, solo los capataces, que también eran pueblo, gozaban de algunos privilegios, de pequeñas migajas y subvenciones materializadas en mejores barracas y cuotas de autoridad sostenida en la dureza del látigo que cargaban para azotar trabajadores cuyo comportamiento pusiera en riesgo la empresa del amo.
El capataz que no tenía personería era el muñeco del ventrílocuo, era quien enfrentaba, quien daba la cara, quien traicionaba a su gente contribuyendo con su ignorancia a fomentar el estatus quo de privilegios para pocos y exclusión a grandes mayorías.
Ahora se ha puesto en moda lo que se podría llamar “política de capataces”. Los dueños del negocio patrocinan campañas a sus empleados y los convierten en dirigentes políticos amparados en la tesis de que no se necesitan calidades sino, chequeras para comprar votos.
Como a los capataces de la triste y recordada United Fruit Company se les cambiara de barraca y se les pondrá un látigo en las manos. Mientras tanto la pobreza avanza, los servicios públicos son de mala calidad e inaccesibles, las ciudades seguirán en su deterioro físico y moral y los lamentos por la calidad de lo que se elige no se detendrá. Y las arcas de la compañía como pipona cinchada.
En Colombia la política siempre ha sido una actividad de mediocridad y desprestigio, por ello el pueblo en su sabiduría la ridiculiza y caricaturiza, como cuando los bogotanos eligieron un lustra botas al concejo del distrito capital. Lo que no resultaba frecuente era que los empresarios de la política mofaran a la sociedad con la calidad de los candidatos que apadrinan.

Trabajando con el sector educativo

martes, 15 de febrero de 2011

Hagamos la tarea, participemos


Por: Horacio Cárcamo Álvarez

Si no cuidamos lo que nos pertenece nadie lo hará, y no faltará quien se aproveche de ese abandono para llevarse lo que no es suyo.

Una participación activa entendida como “forma de intervención social, que le permite a los individuos reconocerse como actores, que al compartir una situación determinada tienen la oportunidad de identificarse a través de intereses, expectativas y demandas comunes…”, es el mejor formato para la custodia de lo público. Nada mejor para defender al queso del ratón.

La participación es un instrumento que desde la década de los sesenta en América Latina se concibió como “una alternativa para la construcción de consenso y como un medio para contener la discrecionalidad de la burocracia”. Es por esencia una oportunidad para el fortalecimiento de los mecanismos pacíficos en la resolución de tensiones y conflictos que se generan en el seno de la sociedad, especialmente aquellos relacionados como consecuencia del ejercicio del poder.

En Colombia con las reformas de 1986 y 1991, se pretendió incorporar a la vida nacional a vastos sectores de la marginalidad, que no se sentían representados en las instituciones democráticas optando por una indiferencia peligrosa ante los asuntos de la conducción del Estado. Muchos encontraron como canales de expresión de esas restricciones a los movimientos subversivos, y otro tanto, de significativo valor opto por “el me importa un culismo”, que alcanzo su máxima en la corrupción, la abstención política y la impunidad.

Los esfuerzos de las reformas referidas pese a sus logros significativos, particularmente los cifrados en la participación ciudadana y política en roles de la administración como: la representación de los usuarios de servicios en las juntas directivas de las empresas públicas, los comités de veedurías, la revocatoria, consultas y referéndums respectivamente, no han sido suficiente, y su utilización debe reforzarse con campañas masivas de divulgación y culturización, amén de unos ajustes legales que los hagan más “agiles y sencillos”, como lo propuso alguna vez el doctor Serpa.

La participación es la mejor manera de quebrarle el espinazo al absolutismo en el ejercicio del poder. Para el maestro Duverger “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. El control y el seguimiento a la actividad pública a través de los instrumentos de participación, particularmente en los procesos de contratación administrativa, evitan o por lo menos atenúa, tentaciones malsanas que no faltan en el gobernante.

En el tiempo de la paz, que hoy sintoniza a los colombianos en una sola frecuencia, la participación se convierte en herramienta de la conveniencia social y la tolerancia política. Innovadora además en las tardes de la modernización que conllevan a la eficiencia en la utilización de recursos oficiales, generando en los asociados un sentido de pertenencia y defensa a los bienes de la unión. Los pueblos que participan se transforman para bien, y se convierten en agentes responsables de su propia suerte en la construcción del destino común.

P/P: Cuando los pueblos se convencen de la protesta y se movilizan es difícil derrotarlos. Los tanques de la represión parecen simple juguetes y al arma del matón no se le teme. Mubarak cayo, y como todos los de su calaña huyo con lo que se pudo llevar a disfrutar de los millones de dólares que robo.

lunes, 7 de febrero de 2011

La tranquilidad de la naturaleza es la clave para lograr la paz en mundo



Tiranos en democrácias


Por: Horacio Cárcamo Álvarez
Es una constante histórica que los gobernantes ignoren, o subestimen la capacidad de reacción de sus pueblos. Pese la abundancia de hechos de rebeldías y protestas que han terminado en revoluciones el mal gobernante cree que la situación siempre es controlable con la vetusta estrategia de entregar migajas para mitigar el hambre y matones encargados de promover el miedo e intimidar la oposición.
El faraón Hosni Mubarak, presidente de Egipto respondió con balas y garrote al reclamo que su pueblo pacíficamente le presento. Los jóvenes llegaron hasta la plaza de la liberación a demandar democracia y libertades; a notificarle al tirano anciano y enfermo con un cáncer que no le querían en el gobierno usurpado con elecciones acomodadas. También, la decisión de no abandonar la plaza antes de la victoria final. ¡Váyase ya!, corea la multitud enervada de patriotismo, muy convencida que es ahora o nunca.
No es creíble la promesa de cambios como los que hoy ofrece el presidente del país africano ante la inminente caída de régimen.
Treinta años de represión, corrupción y desempleo están a punto de pasar al recuerdo horrendo de la historia; otro sátrapa más en la galería de los indeseables del mundo. La gente en la lucha se convierte en el coco del malvado. Los tiempos se vencen y el tirano teme la fuerza imparable del pueblo en la calle donde es invencible, y no le teme a la metralla.
En la mentalidad moderna tirano es el gobernante que se hace al poder a provechando la simpatía pública o a través de la fuerza. Desde los griegos la tiranía era el peor de los regímenes y por lo tanto no se podía concebir en ninguna Constitución.
El tirano de hoy se camufla en la democracia, se elige en las urnas con artificios o apelando a temas sensibles, seguridad y confianza inversionista, y luego hace cualquier cosa para perpetuarse en el poder. Para ellos las elecciones no son un instrumento de participación ciudadana sino, una mera formalidad que se atiende haciendo uso del poder.
Así las cosas, ni el pueblo participa libérrimamente en la escogencia de sus gobernantes, ni estos representan a la sociedad. Montesquieu sostenía que la peor tiranía era la que se ejercía a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia.
No es difícil identificar un tirano. Cuando el gobernante es el resultado de la compra venta de votos o de la intimidación, representa el interés de quienes los financian y adulan, se enriquecen ellos y sus patrocinadores con los recursos públicos destinados a aliviar las necesidades de los más pobres y se aferran al poder hasta con los dientes; estamos en presencia de uno de ellos.
Ninguna diferencia hay entre Baby Doc, Mubarak, y otros tiranos famosos como los Somoza y Batista, y un gobernante sin nombre que un día aparece con capacidad de costearse la compra del cargo. Aquellos y este solo tienen tiempo para pensar en la estrategia que les permita alzarse con los dineros del pueblo sin dejar o dejando huellas.
Hay otras coincidencias en los pueblos gobernados por déspotas: desprecio hacia la institucionalidad, miedo a los matones, miseria, desempleo, ignorancia y resignación. En estos sistemas políticos lo único que abunda en el pueblo es hambre y lombrices en los barrigones de sus hijos.