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domingo, 18 de abril de 2010

Párele bolas. Yo estoy con Mockus

Por: Horacio Cárcamo Álvarez
Circula en las redes sociales un video a favor de la campaña de Mockus gravado por actores y actrices, que podría titularse; “párele bolas. Yo estoy con Mockus”.
El hecho que personas de la farándula, quienes por lo general viven en un mundo de fantasías donde sus apremios no coinciden con los de la gente común y corriente, se involucren en la política y lo hagan de frente y a mutuo propio a favor de una candidatura dice bastante del sentimiento que Antanas y Fajardo han logrado despertar entre los Colombianos.
Después de que el cantante Juanes anunciara su respaldo a Antanas, el gremio de la farándula puso a disposición de la causa lo que tienen sus potencialidades; el poeta hizo versos, el cantante canciones y el pintor los siguió, pincel en mano, dibujando en el porvenir de la esperanza.
En el video de Viky Hernández, Diego Cadavid, Margarita Rosa y sus amigos de la tele se diagnostica como la causa de los males que afectan al país; pobreza, corrupción, violencia, desempleo y más, a la ilegalidad. No han dicho nada nuevo, empero el hecho de que lo hagan quienes tienen algún tipo de ascendencia sobre la opinión, y la forma como lo hacen, nos permite pensar en que no todo está perdido, que algo está pasando y hay guardián en la heredad.
La publicidad de la referencia, espontanea por demás, a favor de Antanas promueve la cultura de la legalidad. Volver a respetar la ley es el propósito. En la subcultura de la ilegalidad es normal lo que Gonzalito llamo “el todo vale”. Para ser rico me puedo quedar con la plata de pueblo, que es sagrada, como dice Antanas, para elegirme en un cargo de elección puedo comprar los votos o violentar con el fraude los resultados de la registraduría y para tener poder puedo traquetear y matar.
El profesor le imprimió al debate por la presidencia otra lógica, y lo aparto de la retorica terrorista al que lo pretendían reducir. La Farc y Chávez son el coco y único tema de discurso. Si no continua el Uribismo el 8 de agosto avanza una división mecanizada de Chávez a tomarse la Guajira, la Farc vuelve a las carreteras a secuestrar en las tristemente celebres pescas milagrosas.
Con Toda esta retahíla terrorista se amedrento al ciudadano incauto, quien con tanto miedo prefiere no discernir, al fin y al cabo, no puede haber nada peor que la Farc o Chávez. Ni si quiera los falsos positivos, las chuzadas a la oposición y a los magistrados de la Corte, la pobreza que se agudiza, la violencia urbana en donde el homicidio a dirigentes comunales, sindicales y personas del común, aquellas que no merecen ni una recompensa, campea sin autoridad que la venza.
No he leído un solo artículo de los escritos por quienes orientan a la opinión donde se descalifique a Antanas, con excepción de los cancerberos del régimen, todos coinciden con lo que piensa la opinión libérrima y consecuente, que se trata de un hombre honesto y trasparente.
Antanas no tiene la oratoria de Gaitán, ni la de Galán, empero coincide con los dos en su retorica. Se le tiene confianza, convence con la palabra, trasmite seguridad, nadie pone en duda su honestidad y condición de líder.




miércoles, 7 de abril de 2010

Otras alternativas

Por: Horacio Cárcamo Álvarez
Algo está sucediendo en el país. La razón parece vencida por la locura colectiva y el pueblo solo obedece al toque de diana. El desempleo, el hambre, agro ingreso seguro, carimagua, los falsos positivos no importan, porque eso es problema de mal gobierno y lo que vamos a elegir es al comandante de las fuerzas armadas para que conduzca la guerra.
La responsable es en gran parte la Farc-ep. Esta guerrilla humillo a la sociedad y sus métodos arruinaron al país. Además, terminaron como verdugos del pueblo que supuestamente reivindicarían. El ataque indiscriminado a la población civil nos convirtió, indistintamente de la condición económica o social, en objetivo militar. Su macabro accionar sembró miedo y terror.
Hace ocho años, el entonces candidato, Álvaro Uribe con indignación de patria la enfrento. Su valor levanto al pueblo del letargo producido por el desasosiego. Los desplantes que la Farc-ep le hizo a los generosos ofrecimientos de paz le valieron la declaratoria de guerra sin cuartel. Triunfo la salida militar, el discurso guerrerista se mantiene como estrategia mediática, no importa la existencia de otros sufrimientos.
Hoy en las ciudades hay más homicidios que en la época en que la Farc-ep controlaba territorio, aún así, la percepción colectiva es que estamos más seguros. No hay dudas en que la política de seguridad democrática permitió retroceder a la guerrilla y reducir las masacres y secuestros; empero no estamos cerca de derrotarla, ni mejoro la situación social del pueblo.
Al amparo de la seguridad democrática se han cometido de toda clase de atropellos, y se tomo como doctrina la perversa máxima que no pensar como el gobierno es hacerlo como terrorista; más aún, el propio líder de la nación descalifica con epítetos peligrosos a la oposición democrática.
La confianza inversionista tampoco ha generado mayor empleo ni democratizado la distribución del ingreso, a juicio de Juan Camilo Restrepo, solo ha promovido la inequidad fiscal
La concentración de la tierra problema causante del conflicto social en los siglos XlX, XX y XXl, se agravo con la irrupción del narcotráfico y el paramilitarismo. Según informes oficiales en Colombia el 0.4% de los propietarios rurales tienen el 61% de la tierra; el 24% restante de ella se reparte entre el 94% restante de propietarios. Un número mínimo de propietarios acaparan la mayor cantidad. Los pequeños se arruinan; la política agropecuaria solo alcanza para terratenientes y grandes y empresarios del campo.
Se le ha vendido al país la idea que no hay alternativa distinta a la mesiánica. Un pueblo desdoblado por la cultura del dinero fácil y del todo es válido debe permitirse otra opción. La guerrilla hay que combatirla como imperativo constitucional y legal, no obstante se requiere un gobierno que sienta por su pueblo compromiso y no compasión, que recupere la ética y la transparencia en el accionar público y privado y el respeto por los derechos fundamentales.
No se pierda de vista el discurso por lo social del candidato liberal y los planteamientos de Mockus y Fajardo a favor de la educación, la confianza social, la legalidad democrática, el respeto a la vida y la ética.

domingo, 4 de abril de 2010

Nuevo ciudadano


Por: Ricardo Chica Geliz
La Escuela del Gobierno del Distrito dio a conocer los resultados de la Encuesta de Cultura Ciudadana y, en general, puede decirse que todo apunta a confirmar nuestro carácter ambiguo frente a la ley, frente al derecho ajeno y frente a la corrupción y al narcotráfico. Se trata de prácticas sociales que, en general se encuentran en toda América Latina y apuntan al referente de “se obedece pero no se cumple”.
El escritor Antonio Caballero dice que se trata de una actitud heredada de la indulgencia, o la compra del perdón divino y entrada segura al cielo, que la iglesia católica vendía a ciertos personajes o familias respetables y con poder económico. Para tratar de ordenar un poco el asunto propongo distinguir a qué nos referimos con cultura ciudadana: se trata de prácticas sociales y cotidianas que las personas llevamos a cabo en el escenario urbano. Prácticas que, a su vez, están referidas a un sistema de creencias, es decir, a los esquemas mentales que nos habitan y que nos sirven como referentes para tomar decisiones sobre lo conveniente o inconveniente; lo malo o lo bueno; lo feo o lo bello; lo aceptable o lo inaceptable; sobre lo razonable o lo irracional. Estas prácticas cotidianas se corresponden, en parte, a las condiciones en que vivimos.Esto último es bien clave, porque normalmente creemos que la gente que vive a la orilla de la perimetral, en tales condiciones, no es gente. Que deberían desaparecer, que son unos animales, que son un lastre indeseable porque son vagos, invasores, delincuentes. Eso no es nuevo. Hay que revisar la historia social de la ciudad desde fines del XIX y hay que seguir la pista a las manifestaciones de desprecio y exclusión que se practicaron desde el mismo gobierno local, desde los medios, desde los inversionistas y desde los intelectuales de prestantes apellidos cartageneros. Hay que ver cómo se referían en la prensa de entonces y en cuanta tribuna pública, a los habitantes de barrios al pie de la muralla como Pekín, Boquetillo, Pueblo Nuevo que fueron expulsados hacia los pantanos de Canapote y donde murieron, quien sabe cuántos cartageneros, mientras se rellenaban los terrenos. Lo mismo pasó con la historia de Chambacú y del Papayal. Nada más escarbar un poco en la prensa local para encontrarnos con un plan de injusticias, desplazamientos forzados, manipulaciones a la ley. De todo se ha hecho. Aquí se pasa por encima de los más débiles, se les aplasta, se le desplaza porque ocupan tierra muy valiosa. Como las cientos de familias que viven a la orilla de la perimetral: es buen negocio despreciarlos. Busquen en las otras orillas de la ciudad, para que vean.
Hay en el Centro de Documentación de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Cartagena, un puñado de tesis de historia que cuentan lo que nadie quiere oír en esta ciudad. Trabajos escritos por estudiantes comprometidos y respaldados por docentes muy serios. Ahí están, para quien tenga una mañana libre y se anime a leerlas en aquel sitio. La cultura ciudadana, en el fondo, supone amor colectivo por la ciudad, es decir, por nosotros mismos. Respecto a eso, no soy pesimista. En octubre de 2007, cuando salimos a votar a la alcaldía de Cartagena, por ejemplo, hicimos la tarea que nos tocaba. Déjenme ser claro: aquel día demostramos como sociedad que somos capaces de ser razonables, que queremos salir adelante, que anhelamos cambiar las condiciones de vida para la mayoría en esta ciudad. Hicimos nuestra parte.Cualquiera me diría que con las elecciones pasadas no fue lo mismo, que la compra – venta de votos fue vergonzosa. Déjenme ser abogado del diablo: a mi juicio, esas elecciones están diseñadas para que funcionen así. Habría que rediseñarlas para que las opciones queden claras a ojos de cualquier elector. La cultura ciudadana nos habita, pero, en relación con el Estado, con la sociedad, con el sector privado. Una relación donde la gente sabe que tiene derecho a la ciudad y sale todos los días a participar de ella para arrancarle un pedazo de bienestar para sí mismos, para sus hijos. Así la ciudad no le ofrezca las condiciones apropiadas, sino miedo.