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sábado, 21 de mayo de 2011

Tiempos oscuros



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
En esta etapa electoral resulta pertinente la lectura de la novela “Ensayo sobre la Lucidez” del escritor portugués José Saramago. Cuenta la novela la historia relacionada con unas elecciones en una ciudad avasallada por los malos gobiernos, la corrupción, la pobreza y la politiquería; nauseabunda como cloaca de vertederos de desperdicios.
En esa ciudad sin nombre para el novelista y real en la caracterización de cualquier ciudad del mundo la mayoría de sus habitantes se resuelven al momento de llegar a las urnas por el voto en blanco propiciándole tremenda derrota al partido del gobierno y por supuesto al resto del establecimiento. La coincidencia en la decisión se da libre, sin convocarse, sin acuerdos previos y sin cálculos políticos; se soporta solamente en la simetría del dolor producido por las acciones de la tiranía corrupta y depredadora instalada en el poder a través de artimañas y muertes.
Para la cloaca del poder que habían calculado perpetuarse, animados por la ignorancia que muta la inteligencia del cerebro de los saqueadores del tesoro público, la revolución ciudadana a través de las urnas que había socavado la maquinaria delictiva armada para garantizar el triunfo electoral solo podía ser el resultado de un acto terrorista o una ceguera colectiva, sin descartar la conspiración anarquista. Cual quiera fuese la causa semejante ofensa Tocaba castigarla eliminando, de ser necesario, los enemigos de la afrenta a la democracia.
Las autoridades en esa democracia degenerada, a pesar de ser el voto en blanco una de las opciones ofrecidas al elector, se resolvieron por la anulación de las elecciones supuestamente para preservar la institucionalidad. No obstante en el nuevo encuentro electoral, en medio del silencio, hastiado de tanta porquería y con la complicidad de la lucidez de la conciencia, el voto en blanco volvió a triunfar. Las autoridades optan por la mejor mascara del ladrón y esperaron la noche para abandonar la ciudad derrotadas por la fuerza moral de unos habitantes que resuelven desertar de la ceguera donde se mantuvieron por un tiempo.
Esta ciudad imaginaria de Saramago puede ser Egipto, Túnez o cualquier país Árabe contagiado de libertad y justicia para recomponer el rumbo de la historia y garantizar un futuro más promisorio a sus pueblos. También puede ser Magangué, municipio perdido desde hace mucho rato en la manigua de la corrupción, secuestrado por una dirigencia fortuita y ciega que lo arrastra a la tragedia sin contemplación distinta a la lujuria económica y la indiferencia criminal.
Es la calle y la protesta social donde se valora la estatura moral de los ciudadanos. La violencia, ni la represión, instrumentos por excelencia de tiranos detienen a la gente cuando están resueltas a no callar. Es el tiempo de la movilización; en España los madrileños se tomaron la Plaza del Sol, sitio predilecto de la rumba y la convirtieron en un gran foro por los derechos políticos y sociales.
En tiempos oscuros por los que atravesamos el cabildo abierto por servicios públicos dignos debe convertirse en el punto de partida de la revolución social por la libertad. A Magangué lo desvalijaron dejándolo en trapos como tierra arrasada; a los jóvenes le robaron el futuro. Vamos al cabildo, vamos a la marcha, convoquemos el primer plantón contra los males que han generado el mal gobierno. Contra el sida que amenaza la sociedad.

viernes, 20 de mayo de 2011

Cabildo abierto en Magangue


El pueblo Magangueleño se moviliza para defender sus derechos políticos y sociales

jueves, 19 de mayo de 2011

Partido Liberal y la Afrocolombianidad






El Partido Liberal en el distrito de Cartagena festejo el día de la afrocolombianidad en un acto donde lo dirección y las bases del partido se unieron en un solo propósito: la lucha por la libertad y la igualdad de todos los seres humanos

miércoles, 18 de mayo de 2011

sábado, 14 de mayo de 2011

Voluntad política



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
En una reciente entrevista a la revista Semana José Ugaz, el procurador Peruano del caso Fujimori-Montesino se refería, entre otras cosas, a las razones que facilitan el crecimiento, de lo que él denomina, “la gran corrupción”. Enunciaba entre las causas: la forma de vida, ausencia de condena moral, la alta dosis de responsabilidad de la sociedad civil, y la resignación pública.
Estas causas que son comunes en todos los estudios hechos al fenómeno de la corrupción tienen un componente transversal: la sociedad. Y no solo por ser ésta la que se beneficia con su ausencia o padece los rigores de su presencia, sino porque vista las cosas a partir de las causas enunciadas es la sociedad quien termina anidándola con su acción u omisión.
Si la corrupción se mira como una forma de vida jamás se percibirá la magnitud del daño, y siempre será normal ver funcionarios enriquecerse en tiempos cortos, pueblos empobrecerse, también en corto tiempo e instituciones desmoronases en poco tiempo. La sociedad en una subvaloración proferida a la finalidad de la existencia del Estado, en el mejor de los casos aboga para que quienes administran lo público hagan algo no importa que roben, y se convierte de esa manera en mendiga de sus propios derechos.
La resignación pública es una degradación de la dignidad individual y un atropello al decoro colectivo. Este hecho tiene como efecto inmediato la lumpenización del pueblo, quien luego de padecer el ultraje a sus derechos comienza a ver cómo le arrebatan el porvenir transitando por senderos que solo garantizan pobreza y miseria. En Colombia los efectos de “la gran corrupción” se evidencian en el trabajo informal, la mendicidad y la triste precariedad del ingreso familiar.
Las nuevas mafias del país son los carteles de la contratación. No es exagerado cuando el vicepresidente los considera tan peligrosos como sus pares del narcotráfico y la guerrilla. Tampoco es exagerado lo plateado por algunos tratadistas en el sentido de: que quienes se roban la plata del Estado destinada a salvar vidas como la de salud y jarrillones de protección deben responder no por peculado o cohecho sino por homicidio.
La criminalidad real ha damnificado la elección popular de alcaldes. De sus logros obtenidos se puede deducir que es un ensayo fracasado. Hasta Bogotá, en otrora, ejemplo para resaltar por la madurez política que se le reconocía y la cultura ciudadana colapso, el huracán Nule la devasto física y moralmente; y en el resto de municipios el panorama es peor. Y no lo es exactamente por una depresión económica que haya quebrado al sector empresarial, sino porque la plata del Estado que debía garantizar la dignidad humana, construir empleo y una sociedad justa se queda en los bolsillos de los nuevos “empresarios” criminales.
Hay herramientas para combatir “la gran corrupción”, pero ante todo se necesita de voluntad política; ejemplo significativo es lo que paso en Perú con Fujimori y Montesino, y lo que está pasando en Colombia. Más que normas se necesitan hombres resueltos a enfrentarla. Sin la voluntad del presidente Santo, el procurador Ordoñez, la fiscal Viviane Morales y la contralora Sandra Morelli nada estuviera pasando. Y como lo expresa el Panti en su caricatura de El Universal, solo van cinco: AIS, las pirámides, carruseles de la contratación en Bogotá, de la salud y las pensiones.

sábado, 7 de mayo de 2011

Ciudadanizar la política



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
El país esta consternado con los casos de corrupción publicitados, y aunque eran conocidos las proporciones no las había calculado el gobierno ni los organismos de control. Ya lo dijimos en otra ocasión; lo grabe de la corrupción moderna no es la calidad de las obras que se construyen o de los bienes y servicios que se suministran, sino el peligro en que se pone la existencia del Estado; y aunque parezca exagerado, la viabilidad como nación.
En el debate sobre salud el senador Robledo advertía que la corrupción generaba más muertes que el conflicto armado; esta afirmación pone de presente frente a qué enemigo se encuentra la sociedad. Las cifras del dinero que va a parar a los bolsillos de los bandidos del erario público superan con creces todas las reformas fiscales propuestas por los gobiernos para financiar la política social.
Es válido el interrogante: El subdesarrollo del país, con su consabida pobreza, se debe al conflicto armado o al desfalco del Estado? Cualquiera podría ser la respuesta, pero lo cierto es que la corrupción promueve la inequidad social y aumenta la concentración de la riqueza: dos detonantes de la criminalidad.
En otras latitudes los escándalos de los últimos días tuvieran a la ciudadanía en las calles reclamando justicia y castigo; en Colombia la reacción de la sociedad más parece de indiferencia, distante de la beligerancia que han demostrado los órganos de control. Con excepción de columnistas de medios impresos y radiales el interés por el tema no concita al ciudadano. Es curioso, por decir lo menos, el poco interés de la sociedad por los asuntos públicos en un país donde la asimetría del ingreso y los desequilibrios sociales le corresponde al Estado compensarlos con la política social.
La política es un tema tan serio, que no se puede dejar exclusivamente a los políticos. A través de la política se define la filosofía del Estado, del gobierno y de los partidos políticos. Siendo así los pueblos tienen el Estado y a los gobernantes que se merecen. Una sociedad que no se apodera de la política es instrumento siego de su propia destrucción.
Ciudadanizar la política es la oportunidad para rescatar lo público. La política no puede seguir siendo una actividad de la que se auto-relega la sociedad con el pretexto de no interesarle o cualquier otro. No participar o hacerlo mal es facilitar el ascenso a la mediocridad. Siendo lo público un asunto tan serio no podemos dejarlo en manos de los menos capaces y menos íntegros, porque sin proponerlo nos convertimos en cómplices de sus desaciertos.
Los esfuerzos por modernizar al Estado y limpiar la política de malos protagonistas y acciones parecen infructuosos. A cada obstáculo de corrupción removido sobreviene uno peor, y más que eso, el miedo a la administración de justicia es marginal, quizás porque se tiene la percepción que ésta perdió su poder intimidatorio y de juzgamiento. Ni la tragedia humanitaria que se vive, como en el caso de la ola invernal, o el daño en la vida de la gente, que se puede causar con el saqueo a los recursos de salud detiene el robo.
A la corrupción no se detiene ante cuantías o escenarios; las denuncias son escalofriantes y el acto se perpetua no importa que quien se victimiza este en situación de vulnerabilidad extrema. En el departamento de Bolívar el sobre costo, según informe de la Contraloría General de la República, de unos mercaditos que se entregaron para limosnear el hambre a los damnificados de la ola inverna es del 23%
Estamos ante miserables capaces de quitar la comida al hambriento para alimentar la gula de la riqueza propia.

miércoles, 4 de mayo de 2011

lunes, 2 de mayo de 2011

Festival Vallenato 2011



Festival Vallenato 2011

Nostalgia Festivalera



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
No era posible que yo llegara ser importante, y así sucedió. Desde muy temprana edad me incline por la vida idealista y parrandera, digo, para justificarlo, que eso pudo ser el resultado del ambiente de alegría que se vivía en mi hogar. Mi padre acostumbraba presentarse en cualquier momento acompañado del “mono” Guzmán con caja, guacharaca y acordeones.
Mi mamá era la mejor compinche; solita era una fiesta de pueblo, nadie la vencía bailando o cantando voz en cuello un paseo de Alfredo Gutiérrez; era adicta a la gente. Hasta el último día de su vida le fascino la casa llena de amigos (a), de todas las condiciones sociales y económicas, para quienes el afecto y cariño era el mismo. Por su cuenta mi casa en esa primera infancia de mi vida era un fandango: estrepitosa, colorida como pollera de cumbiambera, alegre y hospitalaria. No nos sobraban las cosas pero tampoco nos falto nada. El viejo, a pesar de carecer de riqueza material tuvo la fortuna de tener los mejores amigos.
Entre ellos había de todo como en botica; para cantar rancheras los mejores eran Salvador Ruz y el mono Lacho, como le decían a mi Papá; organizando una parranda, don Nery Rodríguez y Otto De La Parra; el viejo Emiro Arrieta imprimía confianza y disposición; tío Salome dicharachero y entusiasta; Manolillo la formalidad y rigor plasmado en fotografías; Lucho Albarino amenizaba con acordeón terciado a los hombros y canciones de Alejo sin faltar, por supuesto, la pollera colo-rá; y por último, Félix, el sabio.
Si, el profesor Viloria; a él le correspondía en medio del humo de los tabacos, la algarabía de los cantos y el ruido de los fuelles de acordeones discernir sobre historia y literatura. El gran maestro de Magangué también participaba de esos jolgorios costumbristas, que podían suceder en la sala de nuestra casa, en una finca o en cualquier fiesta con toros que se atravesaba en algún pueblo de los que ellos acostumbraban visitar con su berroche.
Con esa cacorraita, como dice Rafi Cohen, de antecedente siendo un mozalbete llegue a estudiar a Cartagena, y como al que le van a dar le guardan, en el colegio Sampedro Claver me conocí con Jairo Cárdenas y Jacobo Llanos. Cárdenas representante de la crema y nata de la ciudad sorprendía por el hechizo con las canciones de los hermanos Zuletas y Llanos, un paisano vecino de Buenavista, las cantaba con el alma y nos transportaba el olor a tierra mojada y la nostalgia de nuestros primeros amores conquistados con papelitos. De esos tiempos, en la tierra de Jacobo, rescato en el inventario de los recuerdos las serenatas a las monjas, que luego nos costaban cemento para el parque.
Los cantos de Escalona, personaje mitificado en Cien años de Soledad, y los de Adolfo Pacheco fueron marcando mi vida; ya no tenía dudas de la complacencia por la música de acordeón, y mi curiosidad era mayor por la gente de la antigua Provincia de Padilla a donde pude cosechar grandes amistades.
El tiempo de la universidad lo repartía entre discusiones políticas y folklóricas. En el primer caso el debate iba desde el determinismo del Marxismo hasta la revolución permanente del trotskismo. En el segundo el debate versaba sobre la discriminación de la música sabanera.
EL sentimiento que me producen los acordeones lo mitigo en el regocijo del festival con mis imperecederos amigos: Jike Cabas P y Anatolio Benavides. Ven porque no pude ser importante.