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jueves, 11 de agosto de 2011

Partidos políticos en crisis



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
Las cartas en materia de candidaturas para las próximas elecciones de octubre en las que se elegirán gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles están sobre la meza. Los partidos y movimientos políticos; de igual forma los grupos significativos de ciudadanos dejaron consignadas en registradurías las propuestas a través de las cuales aspiran cautivar electores, por cierto, cada vez más escépticos y retrecheros.
Como ha sucedido en los últimos tiempos en esta ocasión también se harán elecciones estrenando reforma, y como era de esperarse, la incertidumbre ocasionada por los términos de aplicación de la novel norma acompaño las campañas hasta el último momento de la inscripción.
La reforma política, así se le conoce a la ley estatutaria que reglamento el acto legislativo 01 de 2009 sancionada por el presidente Santos se propone como premisa filosófica organizar una democracia de partidos, con organizaciones políticas fuertes, ordenados y sobre todos responsables; comprometidas con los principios de participación, igualdad, pluralismo, equidad, transparencia e igualdad.
Un sistema de partidos se sustentan en la coherencia ideológica y programática. A los líderes designados por las colectividades les corresponde el trabajo de promover la confrontación de las ideas en la campañas electoral y mantenerla durante la administración sin son gobierno, o por fuera de él si se pierde la contienda democrática para insistir en el desacierto de la propuesta ganadora y en las bondades de la derrotada.
Las democracias donde funcionan los partidos la oposición es un derecho garantizado; es además el instrumento para defender las tesis de quienes la ejercen y facilitar el control político al gobierno. Solo en los regímenes parlamentarios cuando el partido político triunfador no alcanza mayorías en el parlamento se acude a la alianza con partidos minoritarios para garantizar la designación del primer ministro.
En Colombia el trabajo electoral más que una empresa de partidos políticos serios y cohesionados durante mucho tiempo ha sido una actividad de intereses personales, bien sean clientelistas o caudillistas. En este sentido los partidos se han caracterizados por ser verdaderas formalidades en las que se finge su representación oportunos solo para expedir avales.
En el pasado reciente fueron tantos hasta parecer fábricas de votos encontrados a foros ideológicos y anaqueles de doctrina que los inspira desde el punto de vista de la función social. Algunos creados bajo el auspicio de plantillas burocráticas y contractuales.
La institucionalización de partidos políticos no se logra por arte de magia. Lo que antecedió las inscripciones de candidatos fue, por decir lo menos, un espectáculo circense donde los candidatos se acomodaron en la lista donde tuvieran mayores posibilidades de elegirse o de lograr el aval indistintamente del partido, sin descartar el plan B de las firmas, dejando de presente que el proyecto representado es el personal.
La crisis de los partidos es general; hace tiempo dejaron de ser corrientes de opinión. Otros medios, como las redes sociales, asumieron la vanguardia de la lucha social y movilizan a las comunidades en la defensa de derechos. Los partidos políticos son enanos inmóviles temerosos del pueblo en las calles, anclados al control de elecciones para el juego por el poder.
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