Por: Horacio Cárcamo Álvarez
En esta etapa electoral resulta pertinente la lectura de la novela “Ensayo sobre la Lucidez” del escritor portugués José Saramago. Cuenta la novela la historia relacionada con unas elecciones en una ciudad avasallada por los malos gobiernos, la corrupción, la pobreza y la politiquería; nauseabunda como cloaca de vertederos de desperdicios.
En esa ciudad sin nombre para el novelista y real en la caracterización de cualquier ciudad del mundo la mayoría de sus habitantes se resuelven al momento de llegar a las urnas por el voto en blanco propiciándole tremenda derrota al partido del gobierno y por supuesto al resto del establecimiento. La coincidencia en la decisión se da libre, sin convocarse, sin acuerdos previos y sin cálculos políticos; se soporta solamente en la simetría del dolor producido por las acciones de la tiranía corrupta y depredadora instalada en el poder a través de artimañas y muertes.
Para la cloaca del poder que habían calculado perpetuarse, animados por la ignorancia que muta la inteligencia del cerebro de los saqueadores del tesoro público, la revolución ciudadana a través de las urnas que había socavado la maquinaria delictiva armada para garantizar el triunfo electoral solo podía ser el resultado de un acto terrorista o una ceguera colectiva, sin descartar la conspiración anarquista. Cual quiera fuese la causa semejante ofensa Tocaba castigarla eliminando, de ser necesario, los enemigos de la afrenta a la democracia.
Las autoridades en esa democracia degenerada, a pesar de ser el voto en blanco una de las opciones ofrecidas al elector, se resolvieron por la anulación de las elecciones supuestamente para preservar la institucionalidad. No obstante en el nuevo encuentro electoral, en medio del silencio, hastiado de tanta porquería y con la complicidad de la lucidez de la conciencia, el voto en blanco volvió a triunfar. Las autoridades optan por la mejor mascara del ladrón y esperaron la noche para abandonar la ciudad derrotadas por la fuerza moral de unos habitantes que resuelven desertar de la ceguera donde se mantuvieron por un tiempo.
Esta ciudad imaginaria de Saramago puede ser Egipto, Túnez o cualquier país Árabe contagiado de libertad y justicia para recomponer el rumbo de la historia y garantizar un futuro más promisorio a sus pueblos. También puede ser Magangué, municipio perdido desde hace mucho rato en la manigua de la corrupción, secuestrado por una dirigencia fortuita y ciega que lo arrastra a la tragedia sin contemplación distinta a la lujuria económica y la indiferencia criminal.
Es la calle y la protesta social donde se valora la estatura moral de los ciudadanos. La violencia, ni la represión, instrumentos por excelencia de tiranos detienen a la gente cuando están resueltas a no callar. Es el tiempo de la movilización; en España los madrileños se tomaron la Plaza del Sol, sitio predilecto de la rumba y la convirtieron en un gran foro por los derechos políticos y sociales.
En tiempos oscuros por los que atravesamos el cabildo abierto por servicios públicos dignos debe convertirse en el punto de partida de la revolución social por la libertad. A Magangué lo desvalijaron dejándolo en trapos como tierra arrasada; a los jóvenes le robaron el futuro. Vamos al cabildo, vamos a la marcha, convoquemos el primer plantón contra los males que han generado el mal gobierno. Contra el sida que amenaza la sociedad.
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