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jueves, 19 de enero de 2012

Tiempos difíciles



Por: Horacio Cárcamo Álvarez
Si quisiera Marcelo podría tomar de aquel famoso discurso de Winston Churchill pronunciado en la casa de los comunes del parlamento del Reino Unido, la frase: “no tengo nada más que ofrecer que sangre, sudor y lágrimas”.
Churchill le anunciaba a su gente que cualquier necesidad o compromiso sería desplazado por el objetivo final que imponía el bombardeo de los ejércitos nazis. No había, no podía existir por el decoro y la supervivencia de los ingleses un objetivo distinto al de la victoria “por largo y duro que fuese el camino”.
Aunque parezca exagerada la comparación es útil, y lo es más por el estado de postración en el que se encuentra Magangué demandando todo: servicios públicos domiciliarios, salud, educación, recreación, comida, y dignidad; acá en los términos de Churchill la victoria no hace referencia a la rendición militar del ejército invasor, sino a la conquista de la decencia administrativa, sin ella todo lo demás costará demasiado.
Los tiempos son difíciles y después del triunfo electoral falta mucho por recorrer y precisamente el camino que nos corresponde andar no está despejado de obstáculos e incomprensiones; aún así, hay fe en el mañana, se rescato del ostracismo los sueños políticos aniquilados por la opresión y la confianza en el líder nos ha convencido de la posibilidad de soñar con un mejor futuro.
Hay que liberar lo público, y hacerlo no consiste precisamente en relevar a estructuras clientelistas del presente reciente por las del pasado. La dinámica de los relevos cíclicos producen lo mismo, lo que hay: pobreza, ruptura del tejido social, indiferencia, anarquía y frustración. Nadie puede imaginarse su cercanía con el alcalde como la conquista de un territorio que a usanza de otros tiempos les entregaban a los conquistadores el derecho a levantarse con la riqueza encontrada.
Marcelo prometió cruzar el Rubicón de la corrupción para devolver a la sociedad la confianza perdida ante el desgreño generalizado, que hoy tiene al municipio en situación de inviabilidad administrativa. Mucha expectación hay al rededor del equipo escogido para llevar la vocería de la administración en las respectivas secretarías de quienes se espera actúen en consonancia con el alcalde. Si logran instalar la decencia administrativa en el palacio del gobierno el pueblo comprenderá la demora en las realizaciones materiales, no importa la tardanza si la ética preside las actuaciones públicas.
Quienes han estudiado la crisis mundial del momento han coincidido en que la razón no es sola económica. El mundo en general experimenta un problema ético y de valores. En las movilizaciones de los indignados se reclama con insistencia un comportamiento ético a las personas que ostentan el poder. El mensaje también es para Magangué. Es tiempo que los pocos beneficiados con grandes riquezas a expensa de la miseria colectiva se desactiven, que es desactivar una bomba de tiempo en cuenta regresiva.
Alfredito Amín en su columna titulada “Convocar, convocar y convocar” le propone al alcalde que concite a la sociedad. Mejor idea difícil. Convoque a todos, haga de la participación ciudadana un componente real de gerencia pública. Convoque a quienes no están pendiente de contratos o beneficios personales, a quienes solo desean el resurgir de Magangué y para quienes la única contraprestación anhelada es la convivencia, la justicia y la paz, estos ciudadanos son imprescindibles.

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