Por: Horacio Càrcamo Álvarez
Mi amiga española Xelo ha enviado un mensaje a través del cual con grata cortesía desea feliz fin de semana a todos sus amigos; con el mismo aprecio le he respondido creer que el momento de hoy, sin que esto quiera decir no lo intentaremos, es difícil para lograr la felicidad ante tantos problemas que a quejan a la humanidad y en particular mi país.
No se puede ser feliz per set, los daños que causa el hombre y ahora la naturaleza no lo permite. En Libia Gadafi bombardea su propio pueblo por el delito de desobediencia a un régimen bandido, y se atornilla en el poder ostentado desde hace 42 años con un retal de pobreza para su gente y fortuna económica para el dictador y su familia.
Como si los males no fueran suficientes la naturaleza con su propia dinámica se ensaña contra el Japón, donde la estela de destrucción y muerte por causa de un terremoto seguido de tsunami enluta ciudades y familias. Según información oficial los muertos y desaparecidos se cuentan por miles y los damnificados por millones.
Otro tsunami, el de la corrupción, también hace de las suyas. Este no deja cadáveres impactados por granadas o proyectiles, sus muertos son silenciosos y en grandes cantidades. En Colombia los encontramos en las puertas de los hospitales como consecuencia del saqueo de los recursos de la salud y en los barrios marginados y el campo son el saldo del secuestro a las estructuras del Estado.
Son iguales a dictadores sátrapas quienes amparados en la impunidad se alzan con los dineros públicos comprometidos en la tarea de forjar sociedades justas. Decíamos la otra vez que por primera vez nuestras autoridades y la comunidad entendían los riesgos de la corrupción. El desfalco a través de la contratación tiene en peligro la existencia física e institucional del país. Con razón de cada 100 colombianos 63 están convencidos que al país se lo están robando
El invierno que recién acaba de pasar nos dio una lección y encendió las alarmas; el daño más grande no lo produjo las lluvias sino, la mala calidad de las obras que se construyeron para mitigar su impacto.
La corrupción se salió de madre y supero la capacidad de los órganos de control al adecuar formas sofisticadas. Se paso como lo ha dicho Abdón Espinosa, de “la practica importada de la coima a las taimadas alianzas para saquear al tesoro público a través del mecanismo de las contrataciones de obras, de las succiones de rentas o de las granjerías políticas a la fuerza”; mientras se roban el país, la gente decente para sobrevivir solo le quedan dos opciones: vender minutos a teléfonos, protegidos del sol bajo un paraguas o romperse el culo de moto taxista para obtener miserables ingresos que solo le permiten medio morirse de hambre.
La corrupción se convirtió en un problema endémico escribió recientemente la revista Semana en un análisis sobre el tema; ya no se trata de un asunto de personas, ahí quizás esta la explicación porque se armaron contra la ola verde cuando esta amenazo con ganarse las elecciones presidenciales. La oligarquía de la contratación se movilizo con todo para evitar el derrumbamiento del régimen.
Ahora lo continúan haciendo para evitar se destapen los escándalos de carruseles y demás del que no se escapan ciudades grandes ni pequeñas, tal es la gravedad, que “donde se pone el dedo sale pus”.
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