Algo está sucediendo en el país. La razón parece vencida por la locura colectiva y el pueblo solo obedece al toque de diana. El desempleo, el hambre, agro ingreso seguro, carimagua, los falsos positivos no importan, porque eso es problema de mal gobierno y lo que vamos a elegir es al comandante de las fuerzas armadas para que conduzca la guerra.
La responsable es en gran parte la Farc-ep. Esta guerrilla humillo a la sociedad y sus métodos arruinaron al país. Además, terminaron como verdugos del pueblo que supuestamente reivindicarían. El ataque indiscriminado a la población civil nos convirtió, indistintamente de la condición económica o social, en objetivo militar. Su macabro accionar sembró miedo y terror.
Hace ocho años, el entonces candidato, Álvaro Uribe con indignación de patria la enfrento. Su valor levanto al pueblo del letargo producido por el desasosiego. Los desplantes que la Farc-ep le hizo a los generosos ofrecimientos de paz le valieron la declaratoria de guerra sin cuartel. Triunfo la salida militar, el discurso guerrerista se mantiene como estrategia mediática, no importa la existencia de otros sufrimientos.
Hoy en las ciudades hay más homicidios que en la época en que la Farc-ep controlaba territorio, aún así, la percepción colectiva es que estamos más seguros. No hay dudas en que la política de seguridad democrática permitió retroceder a la guerrilla y reducir las masacres y secuestros; empero no estamos cerca de derrotarla, ni mejoro la situación social del pueblo.
Al amparo de la seguridad democrática se han cometido de toda clase de atropellos, y se tomo como doctrina la perversa máxima que no pensar como el gobierno es hacerlo como terrorista; más aún, el propio líder de la nación descalifica con epítetos peligrosos a la oposición democrática.
La confianza inversionista tampoco ha generado mayor empleo ni democratizado la distribución del ingreso, a juicio de Juan Camilo Restrepo, solo ha promovido la inequidad fiscal
La concentración de la tierra problema causante del conflicto social en los siglos XlX, XX y XXl, se agravo con la irrupción del narcotráfico y el paramilitarismo. Según informes oficiales en Colombia el 0.4% de los propietarios rurales tienen el 61% de la tierra; el 24% restante de ella se reparte entre el 94% restante de propietarios. Un número mínimo de propietarios acaparan la mayor cantidad. Los pequeños se arruinan; la política agropecuaria solo alcanza para terratenientes y grandes y empresarios del campo.
Se le ha vendido al país la idea que no hay alternativa distinta a la mesiánica. Un pueblo desdoblado por la cultura del dinero fácil y del todo es válido debe permitirse otra opción. La guerrilla hay que combatirla como imperativo constitucional y legal, no obstante se requiere un gobierno que sienta por su pueblo compromiso y no compasión, que recupere la ética y la transparencia en el accionar público y privado y el respeto por los derechos fundamentales.
No se pierda de vista el discurso por lo social del candidato liberal y los planteamientos de Mockus y Fajardo a favor de la educación, la confianza social, la legalidad democrática, el respeto a la vida y la ética.
La responsable es en gran parte la Farc-ep. Esta guerrilla humillo a la sociedad y sus métodos arruinaron al país. Además, terminaron como verdugos del pueblo que supuestamente reivindicarían. El ataque indiscriminado a la población civil nos convirtió, indistintamente de la condición económica o social, en objetivo militar. Su macabro accionar sembró miedo y terror.
Hace ocho años, el entonces candidato, Álvaro Uribe con indignación de patria la enfrento. Su valor levanto al pueblo del letargo producido por el desasosiego. Los desplantes que la Farc-ep le hizo a los generosos ofrecimientos de paz le valieron la declaratoria de guerra sin cuartel. Triunfo la salida militar, el discurso guerrerista se mantiene como estrategia mediática, no importa la existencia de otros sufrimientos.
Hoy en las ciudades hay más homicidios que en la época en que la Farc-ep controlaba territorio, aún así, la percepción colectiva es que estamos más seguros. No hay dudas en que la política de seguridad democrática permitió retroceder a la guerrilla y reducir las masacres y secuestros; empero no estamos cerca de derrotarla, ni mejoro la situación social del pueblo.
Al amparo de la seguridad democrática se han cometido de toda clase de atropellos, y se tomo como doctrina la perversa máxima que no pensar como el gobierno es hacerlo como terrorista; más aún, el propio líder de la nación descalifica con epítetos peligrosos a la oposición democrática.
La confianza inversionista tampoco ha generado mayor empleo ni democratizado la distribución del ingreso, a juicio de Juan Camilo Restrepo, solo ha promovido la inequidad fiscal
La concentración de la tierra problema causante del conflicto social en los siglos XlX, XX y XXl, se agravo con la irrupción del narcotráfico y el paramilitarismo. Según informes oficiales en Colombia el 0.4% de los propietarios rurales tienen el 61% de la tierra; el 24% restante de ella se reparte entre el 94% restante de propietarios. Un número mínimo de propietarios acaparan la mayor cantidad. Los pequeños se arruinan; la política agropecuaria solo alcanza para terratenientes y grandes y empresarios del campo.
Se le ha vendido al país la idea que no hay alternativa distinta a la mesiánica. Un pueblo desdoblado por la cultura del dinero fácil y del todo es válido debe permitirse otra opción. La guerrilla hay que combatirla como imperativo constitucional y legal, no obstante se requiere un gobierno que sienta por su pueblo compromiso y no compasión, que recupere la ética y la transparencia en el accionar público y privado y el respeto por los derechos fundamentales.
No se pierda de vista el discurso por lo social del candidato liberal y los planteamientos de Mockus y Fajardo a favor de la educación, la confianza social, la legalidad democrática, el respeto a la vida y la ética.
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